Hemos podido escuchar, en las últimas semanas del 2012, diversas opiniones acerca de la tormenta que inundó las calles del poderoso estado de Nueva York. Sandy, con ese nombre por un lado sensual y por el otro lado misterioso, llegó como muchas otras tormentas pero con daños pocas veces vistos en esta zona geográfica. Actualmente, expertos en el tema, autoridades y la población en general, transitan por una etapa de conclusiones, de especulaciones, de aseveraciones y, fundamentalmente, de cuestionamientos. Estamos presenciando un momento drástico en donde las personas a cargo, deben tomar decisiones importantes como parte de una preparación para los cambios inminentes en nuestro planeta.
Es el segundo huracán que me ha tocado vivir durante mi estancia de dos años en la ciudad de Nueva York. El primero, Irene, llegó con más ruido, con más preocupación, con más atención de los medios y de los ciudadanos, pero con menos estragos en un balance general; ocasionó importantes inundaciones en muchos barrios de distintas ciudades dentro del estado de Nueva York. A final de cuentas, Irene generó una sensación de inseguridad para muchos de los pobladores que no estaban acostumbrados a tales embestidas.
Sandy, por el otro lado, no generó tanto revuelo antes de su llegada. Las personas a cargo de la ciudad, tomaron las precauciones debidas para una tormenta que se vislumbraba poderosa, pero nunca, al menos ante mis ojos, se imaginaron el impacto recibido. Desde mi departamento, al norte de la ciudad, en un sexto piso, tuve la oportunidad de ver una danza de árboles y una lluvia intensa durante aproximadamente veinticuatro horas continuas. Sandy ocasionó inundaciones nunca antes imaginadas en la ciudad. Produjo daños de infraestructura que terminaron dejando sin energía a varias familias por más de dos semanas; lesionó el sistema de transporte público por alrededor de tres semanas. Estropeó hogares de miles de personas en muchas áreas del estado teniendo como resultado cantidades importantes de damnificados. Consecuentemente, provocó problemas como falta de gasolina, falta de calefacción y servicios, apuros de movilidad, escuelas cerradas, hospitales dañados, un difícil acceso a alimentos, entre muchos otros. Finalmente, Sandy ocasionó una herida muy profunda en los corazones de todos los pobladores.
Después de las tormentas, los temblores, las nevadas, el derretimiento de los polos y algunos otros embates de la naturaleza, me surgen muchas preguntas. ¿Serán estas tormentas parte de un ciclo natural de la naturaleza? O, ¿se trata más bien de un movimiento antropogénico (nueva era en donde el hombre se ha vuelto tan dominante, que es capaz de alterar al planeta en una escala geológica) de los últimos años a nivel mundial?
Los expertos en materia ambiental llevan ya un tiempo hablando acerca de la importancia de hacer cambios drásticos en la forma en que vivimos como humanidad. Se menciona, desde hace varios años, la necesidad de revertir los daños hechos al ambiente para poder así prevenir catástrofes cada vez más contundentes en un futuro cercano.
Por ejemplo, sabemos que en Estados Unidos alrededor del 43% de la energía es consumida por edificios residenciales y comerciales; por su parte, el sector industrial consume alrededor de un 25% y el transporte consume aproximadamente 32%. Esos porcentajes son equivalentes a la acumulación de las famosas emisiones de carbono que tanto hemos escuchado durante los últimos años. Estas emisiones de carbono son, al fin y al cabo, gran parte de lo que propicia el cambio climático.
Nuevamente surgen cuestionamientos acerca de diferentes temas. ¿Qué son las emisiones de gases? ¿Qué tan real es el cambio climático? ¿Qué tanto somos nosotros, los seres humanos, partícipes de todo lo que está pasando a nivel mundial? ¿Qué pasará en los siguientes años con la tendencia al aumento poblacional en las ciudades? ¿Qué repercusiones puede tener todo esto?
En este espacio, me gustaría recomendar una película recientemente exhibida llamada “Chasing Ice” del aclamado fotógrafo James Balog. Me parece que tiene mucho sentido poder relacionar esta gran muestra cinematográfica con el cambio climático y el ambiente. El filme ilustra una misión muy impactante, en donde Balog capta la situación actual y constante que vive el Ártico. El director encuentra la forma de contar una historia sobre el desarrollo del cambio del clima con imágenes espectaculares. Balog era un escéptico en el tema como muchas personas. Pero al fin y al cabo, este viaje al norte le cambia la perspectiva hacia una realidad que altera la historia de la humanidad.
¿Acaso será el momento de evaluar o de al menos escuchar lo que las tendencias están indicando sobre un incremento muy señalado de dichas emisiones en nuestra atmósfera? Parecería oportuno cuestionarse si seguir viviendo de la misma forma como lo hemos hecho desde la revolución industrial hasta ahora, tiene beneficios en nuestra salud. O, ¿por qué no evaluar el tema del maltrato a los recursos naturales que son fundamentales para mantener la vida? De igual forma, podría ser momento de cuestionarse si es que ese humo gris, que con tanto esfuerzo producimos y que abruma a los cielos, se desvanece sin ninguna consecuencia o si acaso podrá tener algún efecto en el entendimiento de nuestro medio natural.
Después de unos días de haber vivido una de las sacudidas ambientales más importantes que ha tenido la ciudad de Nueva York y después de varios años especializándome en temas ambientales, en sistemas de manejo ambiental, en el desarrollo de las ciudades y en la construcción, no puedo dejar de preguntarme cuál será el siguiente paso. En los últimos meses, he reflexionado sobre si lo que estamos esperando son más señales o si solo nos estamos tapando los ojos. Existen ciertos temas a nivel social, a nivel cultural, a nivel gubernamental y a nivel económico que me han costado trabajo comprender a lo largo de mi trayectoria profesional. Estamos viviendo una época donde la información se encuentra cada vez más al alcance de nuestras manos; tenemos a grandes científicos compartiendo muestras de cambios drásticos y frecuentes en el ambiente, en los polos, en la naturaleza. Y por el otro lado, poco se escucha de los políticos acerca de cambios básicos a nivel federal. Poco se escucha en la sociedad de un cambio de comportamiento en nuestra forma de vivir y poco se escucha de los poderes económicos que podrían sumarse al beneficio de las generaciones actuales y las que están por venir.
Contamos actualmente con algunos acercamientos globales como el C20, C40, Rio+20 dirigidos por instituciones mundiales como la ONU, el Banco Mundial, entre otros; lo penoso en algunos casos, es la falta de compromiso ante ciertas propuestas de cambio. Lo que corresponde a estas propuestas, lo importante, es cuestionarnos qué estamos haciendo nosotros, las comunidades, la sociedad, la gente a cargo de instituciones privadas, todos.
Pocos días después de Sandy, como si le hiciera falta a los pobladores de la zona, fuimos testigos de una nevada muy intensa a principios del mes de noviembre; temporada poco común para tal evento. Este nuevo suceso es una forma más de absorber los embates de una naturaleza probablemente frustrada o quizás cansada del comportamiento humano que no muestra indicios de cordura. Aunque después de dichas sucumbidas, sobresale de forma enriquecedora la unión de una sociedad dispuesta a ayudar a los necesitados. ¿Será que por primera vez podamos actuar como sociedad para un beneficio global antes de que pueda ser demasiado tarde? ¿Será el momento de sumar esfuerzos por un bien común para vivir como parte de un organismo y entender nuestras acciones? O, ¿será que nos seguiremos comportando como un ser externo a un organismo del cual somos parte? O, ¿somos una sociedad mundial que requiere de sacudidas para iluminarse?
Auguro la unión de los sectores públicos, de los sectores privados y de las comunidades para generar cambios circunstanciales en nuestro ambiente. Nos debemos, como humanidad, atender a una realidad apremiante como lo es el cambio climático. Como una opinión personal, ya no tenemos cabida a la pasividad, a la indiferencia, a la banalidad o al egoísmo. Tenemos la responsabilidad, como sociedad, de evolucionar ante un entendimiento de nuestro medio natural para poder lograr vivir en sincronía.
PRE-EDICIÓN Ilana Wolff
FOTOS Brecht Bug, Carl Mikoy y Restore the Rock