En los últimos 25 años, las religiones se han convertido en el movimiento ambiental global con el mayor crecimiento. Martin Palmer presenta un argumento por el compromiso.
Después del fracaso de Copenhague y del re-descubrimiento de la sociedad civil por parte de los activistas verdes, grupos seculares están despertando al potencial de trabajar con la fe, incluso viéndolos como socios cruciales. Entonces, ¿qué pueden traer las religiones a la mesa de los ambientalistas?
Antes que nada, el hecho de que estas no son organizaciones conservacionistas. Más bien, las distintas creencias incluyen a las organizaciones más antiguas y sustentables del mundo. Han perfeccionado como cambiar constantemente de forma discreta. Estas ofrecen consistencia e inspiración, pero con un énfasis renovado por cuidar la Creación.
Una segunda ventaja es que hablan en un lenguaje entendido por la gente: no acerca de “entregables de los ecosistemas” sino sobre la naturaleza.
Respecto a financiamiento, ya están comprometidas con administrar (o ayudar a administrar) más de 50% de las escuelas a nivel mundial o manejan hasta el 8% de la superficie habitable del planeta. Hacer esto de forma sustentable debería traer ahorros a través de eficiencia e incluso ingresos adicionales (por ejemplo, a través de la venta de energía renovable o alimentos producidos localmente).
Las religiones también saben como trabajar con socios en una forma mutuamente respetuosa y de confianza. Mantienen juntas a las comunidades, inspirando la transformación de individuos, familias y grupos. Los profesionales de la sustentabilidad agonizan sobre cómo movilizar ciudadanos a la acción, hay mucho que pueden aprender de estas organizaciones ya establecidas de individuos que están comprometidos con valores y actividades comunes y con el reclutamiento de nuevos miembros.
También tienen algo carente en casi todos los gobiernos, los medios masivos y los partidos políticos: visión de largo plazo. ¡No podría ser mejor que la historia humana vista a la luz de la eternidad! Se ha dicho que el Vaticano piensa en términos de siglos y lo mismo va para la mayoría de las tradiciones religiosas.
Mientras que algunas juegan un rol de apoyo, muchas traen continuidad e integridad a los debates políticos, económicos y ambientales. La observancia religiosa es asociada frecuentemente con responsabilidad cívica, contribuciones voluntarias y aspiraciones de justicia. Los credos aún atraen a muchos de los mejores y más brillantes de la sociedad, incluso en Europa el punto de vista de las autoridades religiosas tienen eco en la política.
Por último, en tanto que los profesionales de la sustentabilidad pueden tener información, datos y expertos que las religiones no tienen, estas tienen una autoridad con la gente de casi todo el mundo y esto es algo que ciertamente el movimiento ambientalista podría usar.
Hace veinticinco años, era difícil encontrar a algún líder religioso que supiera que había una crisis ambiental. Ahora, es difícil encontrar a uno que no lo sepa. En aquellos tiempos, muchos conservacionistas estaban consternados con la idea de trabajar con las religiones. Hoy veo con placer que las religiones y las organizaciones ambientalistas trabajan cada vez más lado a lado para salvar lo que es para muchos la maravilla de la creación de Dios.
Martin Palmer es Secretario General de la Alianza de Religiones y Conservación.
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La Alianza de Religiones y Conservación (ARC por sus siglas en inglés) es una organización secular con sede en el Reino Unido que trabaja con la mayoría de las religiones del mundo para ayudarlas a desarrollar programas ambientales basados en sus creencias y enseñanzas. Con la ayuda del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP), ARC ha apoyado a varios grupos a desarrollar “Planes Generacionales a Siete Años” sobre cambio climático, protección ambiental y desarrollo sustentable. Estos planes toman como base tradiciones y textos sagrados, poniendo sus valores en la práctica. Fueron presentados en una cumbre en noviembre de 2009 que reunió a líderes religiosos de alrededor del mundo, un contraste impactante contra los resultados de la Conferencia de Conpenhague un mes después.
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AUTOR Martin Palmer
FOTO Turismo Andalucía