La riqueza de un mercado público

Los mercados de plaza ofrecen la posibilidad de un encuentro cultural fascinante. En ellos logramos integrarnos en una sociedad y automáticamente ser parte de un movimiento social a través de negociaciones económicas, ambientales y, hasta, políticas. Las plazas son un espacio público en donde se reúnen pequeños, medianos y grandes agricultores, vendedores, ciudadanos de todas las edades, estatus socio-económico y bagajes culturales, hasta familias, visitantes, acompañantes en busca de productos frescos de calidad y normalmente a precios más llamativos que los supermercados.

Las plazas de mercado son esenciales para la calidad de vida del “Homo urbanus”. Estas son esencialmente espacios públicos que mantienen viva la conexión entre la sociedad, su cultura, la alimentación y el ambiente. Además de ser una herramienta fundamental para el desarrollo económico, son educativas e influyentes en la manera como los pueblos nos alimentamos.

Para algunos, los mercado se han vuelto invisibles y han perdido su verdadero rol en una sociedad. Algunos dicen que son lugares lejanos, incómodos, olorosos y algunas veces peligrosos para visitar. Este grupo escoge un supermercado para hacer sus compras, muchas veces debido a la cercanía y reflejando sus propios estándares de comodidad y seguridad.

Si retrocedemos el tiempo y llegamos al origen de los supermercados, nos encontramos en Estados Unidos alrededor de 1910. Durante estos años y especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, se dio el gran ‘boom’ de los suburbios. La gente se desplazó hacia las afueras de las ciudades buscando una calidad de vida sintética, alejada del verdadero corazón histórico de las urbes. Fue allí cuando los supermercados se convirtieron en un éxito económico. A medida que se aceleró la Industrialización y las mujeres entraron al panorama profesional, los supermercados se convirtieron en base fundamental de un modelo económico con ideales innovadores de auto-servicio y venta de alimentos procesados con preservativos para una mayor duración. En ellos se valora una presentación estándar, alimentos empacados y listos para llevar, sin olores y a un aparente menor precio; a veces sin importar lo que esto implica en la calidad de los alimentos.

Como consecuencia, se personificó el mercadeo de todo tipo de productos alimenticios con diseños llamativos y coloridos para la venta, especialmente para las mujeres y los niños. Por dicha conveniencia, los supermercados se convirtieron en un espacio más costoso para la mayoría de vendedores y comerciantes y se limitó a una comunidad específica con los recursos necesarios para llegar hasta dicho supermercado en automóvil y tener el poder adquisitivo para pagar la diferencia.

Los mercados son un espacio público fundamental para la construcción de sociedades más equitativas, una educación alimenticia mucho más saludable y una interacción socio-cultural con capacidad de construir comunidades y espacios urbanos más atractivos y seguros. Aquí suceden intercambios de primera mano con productos frescos y nutritivos que logran escaparse de ser procesadas y disfrazados en un empaque llamativo. Hay mercados en la mayoría de nuestros pueblos y ciudades latinoamericanas, así que deberíamos recuperar la tradición de visitar alguno y dejarse sorprender por todas las experiencias fascinantes que suceden. Vale la pena tomar una pausa y retroceder en el tiempo hasta llegar a la época cuando los supermercados no eran la norma rigiendo nuestra calidad de vida.

FOTOS Superior: Srikanth Jandyala    Inferior: Pray Itno

Carolina Daza

Estudió una maestría en Arte-Cultura y Alimentación en New York University (EUA) y trabajó como Directora Artística en la Escuela de Artes TISCH. Apasionada por la antropología cultural, el yoga, la cocina natural, la escritura y la fotografía. Creó Ecocozina -www.ecocozina.com- su propio proyecto de vida hace siete años como su agente para desarrollar exitosamente nuevos enfoques de vida saludable y creativa alrededor del mundo.

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