Indudablemente la dieta Mediterránea ha conquistado mi paladar. Recuerdo una mañana de ciclismo por la ribera del Río Hudson en Manhattan con mi amiga Nicole. Ese día decidimos comprar una canasta de higos de temporada – Agosto y Septiembre para el Hemisferio Norte; Febrero y Marzo para el Hemisferio Sur – que cambiaron nuestra percepción sobre esta fruta. Disfrutando un maravilloso día soleado, rodeadas por un río, árboles verdes y tan solo un edificio de concreto a la distancia, logramos un verdadero escape urbano, que encontró su epítome en el placer de saborear nuestros higos.
En muchas culturas mediterráneas, el higo se ha valorado por sus poderes mágicos y medicinales. Durante siglos ha sido una fuente nutricional muy importante para estas culturas, por su alto nivel de calcio y fibra. Según historiadores, el higo fue, desde hace más de 11,500 años, una de las primeras plantas domesticadas por el hombre, con una gran capacidad de adaptación ecológica. Además de tener excelentes propiedades laxantes y nutricionales, el higo es un fruto de textura, sabor, y aroma inconfundibles. Las cuatro variedades más comunes son la Bursa Black, Sarilop, Kadota y Zidi.
Hace un par de semanas me regalé el placer de otro escape urbano. Esta vez, disfrutando unos higos deshidratados al sol con almendras, y rayadura de naranja, venidos directamente de Calabria, Italia. Éstos, los compartí con mi hermana Laura sobre una pequeña terraza, que nos presentó la imponencia de la arquitectura Neoyorquina.
Te invito a que explores higos en plazas de mercados en tú ciudad y disfrutes este gran tesoro alimenticio del Mediterráneo.
FOTO Barbara Rich