El greenwash es la desinformación diseminada por una organización para presentar una imagen pública de responsabilidad ambiental.
Diccionario Oxford, 10ª edición, 1999
La forma más sencilla de definir este término anglosajón es: cuando una compañía gasta más dinero y tiempo diciendo que es “verde” a través de publicidad y mercadotecnia que lo que hace realmente por implementar prácticas que minimicen el impacto ambiental. Es como bañarse en pintura verde.
Un ejemplo típico puede ser el de una empresa de energía que presenta una campaña de publicidad en la que presume estar trabajando en tecnología “verde” pero resulta que esa tecnología representa solamente una parte muy pequeña del negocio “no tan verde” de esa empresa.
Otro ejemplo puede ser el de una cadena hotelera que se autodenomine “verde” porque le permite a los huéspedes escoger si quieren o no que se cambien a diario las sábanas y las toallas, pero hace muy poquito por ahorrar agua y energía en otras áreas más importantes como los electrodomésticos y la iluminación. ¿Qué tal si el hotel se encuentra dentro de una zona natural frágil?
Del mismo modo que de repente un banco se vuelve “verde” porque puedes llevar tus finanzas por Internet o un supermercado es “verde” porque recibirán las bolsas de plástico desechadas. La lista de ejemplos puede ser interminable. ¿Te suena familiar? Entiendes la idea.
Ahora existe otro nuevo término, Bluewash, para referirse a las empresas que se cubren con la bandera azul de Naciones Unidas para asociarse con los temas de esta organización internacional como derechos humanos, derechos laborales y la protección ambiental.
Básicamente es lo mismo que el greenwash pero con un toque más social. El bluewash está típicamente relacionado con intentos de “corporativos humanitarios” por debilitar los acuerdos de la ONU, a favor de códigos de conducta voluntarios (sin dientes) respecto a temas sociales y ambientales.