El sur de Italia, especialmente la región de Calabria, puede ser una experiencia inspiradora gracias a una imponente cadena montañosa y estimular la imaginación con los colores vivos y olores encantadores de las huertas caseras, los viñedos, los naranjos, los mandarinos y los olivos. ¡Que gran riqueza la de esta tierra!
En una pequeña villa de Belvedere Marittimo descubrí por sorpresa el pérsimo kaki o Caqui (Diospyros kaki), proveniente del griego Dios/divino y pyros/fruto, con una historia que se remonta al siglo VIII con orígen en China y luego difundido a gran escala en Japón. En México existe una especie nativa “prima” del kaki, el pérsimo negro (Diospyros digyna), mejor conocido como zapote negro.
Con una canasta de frutas frescas de temporada, acompañadas de nueces del nogal y castañas, me dieron la bienvenida. En instantes me enamoré del kaki por su forma redondeada, similar a una manzana o a un tomate y con un naranja vivo de su piel brillante y delicada que sobresalía entre todas las frutas. Su textura es semejante a la de una confitura, deliciosamente suave, dulce y muy fácil de consumir.
Los kakis se clasifican de acuerdo a su nivel de astrigencia y en su pulpa se concentran taninos que van desapareciendo con su maduración. La mejor época para consumirlos es entre los meses de noviembre y febrero y sus propiedades nutritivas son numerosas.
En la región Calabresa se respira una magia por la gastronomía mediterránea, basada en productos frescos con un equilibrio entre frutos de mar, hortalizas y carne rojas, en donde reinan las frutas frescas, el vino y los productos lácteos. Es una región tradicionalmente artesanal donde las familias cuidan su propia huerta y en donde ellas mismas se dedican a la conservación de algunos de sus productos, a la recolección de toda clase de frutos y a la producción de sus propios aceites de oliva y vinos.
Aparte de deleitarme todas las mañanas con un delicioso pan casero acompañado de pulpa de kaki, la vista de una montaña de pico nevado y una gama de azules mediterráneos en el mar, quedé fascinada con la manera como las familias dedican una gran parte de su tiempo al arte culinario artesanal y honesto, con productos naturales, locales, ecológicos y deliciosos. Esto sí es una verdadera calidad de vida.
FOTO Arthur Chapman