Contemplación al origen

Joshua Cooper, fotógrafo. San Francisco, California, 1946.

Acercarse a la naturaleza es más que una reflexión de convivencia, es entender la esencia y origen de nuestra identidad como seres humanos. La fotografía de Joshua Cooper se abre ante nuestros ojos como un acto de contemplación hacia nuestro origen terrenal.

Su arte surge de la búsqueda en un mapa, localizaciones en dónde encuentra los límites de las superficies en la tierra, en donde encuentra el origen y el fin de la Naturaleza. Sus fotografías como él lo menciona, no son una cuestión de azar, surgen de un análisis previo del sitio a explorar, donde puede pasar días o meses en la búsqueda de imágenes que él mismo considera estudiadas, sin embargo siempre deja lugar para sorprenderse ante las revelaciones de la propia Naturaleza.

El estudio a priori del sitio tan sólo le da pistas a Cooper para descubrir la inmensidad de lo que somos como tierra-hombre, pero es a través de su mirada que devela nuestros sentimientos más básicos de pertenencia a un todo; tan sólo hace falta ver una fotografía dónde nos muestre el mar para sentirnos minúsculos partícipes de una inmensidad en su cálido movimiento, el ser esta ahí, en su origen.

Su recorrido por la naturaleza humana deja ver la complejidad y sencillez de una condición terrenal. La inmensidad del mar, el movimiento fugaz de la espuma o el ruido que se escapa de sus imágenes acoge nuestro sentimiento más hondo y primitivo de pertenencia a la tierra. La profundidad de la tierra, del agua, y de las rocas aluden al inicio, al todo dónde pertenecemos, somos y hacemos. Nos muestra un espacio emocional para reencontramos con la naturaleza del ser, la naturaleza como naturaleza del ser.

La superficie terrenal es la base de nuestra existencia, y es por eso que Cooper desaparece continuamente el horizonte con el objetivo de hacernos palpar la superficie, de hacernos sentir su inmensidad y nimiedad, su estética y dinámica, de sentir su textura vaga y rigurosa, que pude estar en un punto preciso o en cualquier sitio, en fin nos deja pistas de un vaivén emocional, donde el tiempo no es más que un aliado para expresar la permanencia del ser en la naturaleza.

Su búsqueda lo ha llevado a descubrir una visión personal sobre el sentido de pertenencia en el hombre. Conmueve ver un paisaje dónde no hay más que nuestra existencia, dónde no hay más que esas grandes fuerzas que dan origen a la vida. Nos deja contemplar a la naturaleza más allá de una superficie, nos deja hacer y entender a la naturaleza como parte del ser, como una manifestación de lo indescriptible para volverse contemplaciones al origen, ante un todo indivisible natural.

FOTO Joshua Cooper

Este artículo fue publicado originalmente en Reconecta 01 (invierno 09).

Mayte Espinosa

Soy arquitecta y artista que le gusta tomar fragmentos de la naturaleza para después devolverlos en diversas formas al observador y /o al habitante. Me interesa reflexionar sobre aquello que se construye con dignidad que propone y respeta al sitio en que vivimos.

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