Un camino para solucionar la deforestación en México
En el número anterior de Reconecta hablamos sobre las causas de la deforestación en México, un fenómeno que arrasa con 600 mil hectáreas de bosques al año en este país. Se señaló que aunque sea verdad que la transformación de bosques y selvas en terrenos para la agricultura y la ganadería es la principal causa directa, existen factores de fondo que explican en última instancia la deforestación, como las políticas de colonización agrícola en zonas de selva tropical, la falta de apoyo gubernamental para la silvicultura sustentable y proyectos mal ideados de construcción de carreteras y otras obras. En esta ocasión tocamos el tema más optimista de las soluciones a la deforestación, siendo México un caso muy particular y especial debido a que 80 por ciento de los bosques están en manos de ejidos y comunidades.
En su ya clásico artículo “La tragedia de los comunes”, Garrett Hardin sugiere dos caminos para solucionar el problema de la sobreexplotación y degradación de los bienes comunes, es decir aquellos recursos que son accesibles a todos como los bosques y los mares: la privatización y la intervención estatal. La privatización sería una solución porque internaliza los costos ligados a la sobreexplotación y la degradación. En otras palabras, un propietario privado no tendría interés en degradar o sobreexplotar su propio recurso. Por otro lado, la intervención estatal comprende acciones como la creación de reservas y áreas protegidas, y una variedad de regulaciones ambientales.
Una de las grandes críticas a la teoría de la tragedia de los comunes es que supone que todos los bienes de propiedad común son de tipo “abierto”, es decir que no tienen normas que regulan su uso. Esto ignora el hecho de que, en un gran número de casos, el usufructo de los bienes comunes está restringido por normas comunitarias. Así, la teoría de la tragedia de los comunes contiene un sesgo individualista que no considera la existencia de instituciones comunitarias. De esta manera, este enfoque sólo concibe las soluciones mencionadas de la privatización de los derechos de propiedad y la intervención estatal, y no contempla el potencial de otras alternativas como los sistemas de gestión local-comunitarios.
Por otra parte, nada confirma que la propiedad privada o la intervención estatal necesariamente protejan mejor a los recursos que las estrategias comunitarias. Es más, estas soluciones pueden incluso debilitar o destruir instituciones comunales existentes y empeorar o detonar la situación de tragedia de los comunes.
Un propietario privado de un recurso biológico podría preferir el exterminio que la conservación en base a la maximización de las ganancias. Los largos periodos de crecimiento o recuperación de un recurso natural, como los bosques, hacen racional la sobreexplotación de recursos naturales privatizados. Esto es aún más cierto si se considera que el dinero invertido en los bosques puede lograr ganancias mayores si se invierte en otras industrias, lo que puede incentivar a empresarios a sobreexplotar los bosques para retirar más rápidamente las ganancias e invertirlas en otros proyectos. Por otra parte, los dueños que están en una situación económica precaria podrían decidir sobreexplotar su recurso con el fin de evitar la quiebra, a pesar de que esto degrade su propiedad a largo plazo.
La intervención estatal tampoco es la panacea y también puede fracasar. La corrupción es cómplice de la sobreexplotación y degradación de los recursos naturales y un problema particularmente serio en los países en desarrollo, incluyendo, por supuesto, México. Existen también problemas de información y comunicación en las burocracias, lo que produce decisiones erróneas por parte de los altos mandos. Otra falla, que es un lugar común en México, es que hay pocos intentos de organizar y capacitar a los campesinos y los dueños de los recursos forestales, a la vez que es raro que se establezcan reglas que tienen el consentimiento local. Adicionalmente, es necesario apuntar el papel de los errores de científicos e ingenieros. Muchos fracasos estatales surgen de tales errores. Por ejemplo, algunos ensayos de reforestación han fallado debido a que los ingenieros forestales han importado árboles extranjeros de rápido crecimiento que no crecen bien o de plano mueren debido a enfermedades, infestaciones de insectos, o condiciones inadecuadas. En último lugar, pero sin ser de menor importancia, está el problema de la creación de reservas y áreas protegidas. Ya tocamos este punto en el número anterior de Reconecta, pero recordemos que en muchas ocasiones la creación de estas reservas se hace a costa de comunidades que anteriormente habitaban esos espacios y aprovechaban sus recursos. Por un lado, estas estrategias enajenan a las comunidades de sus territorios, sus formas de vida, su cultura y su sustento. Pero eso no es todo: al contrario de lo que se podría esperar, la creación de reservas no siempre ha evitado la explotación de los recursos naturales e incluso la ha incentivado ya que los habitantes que son expulsados o son negados el acceso a los recursos recurren frecuentemente a la tala extra-legal sin la posibilidad de explotar el bosque de forma regulada y sustentable. Además, es difícil tener vigilado una reserva de grandes extensiones, particularmente en los países en desarrollo que tienen menores recursos e infraestructura para ello.
“El buen manejo de recursos naturales no se limita a actores estatales y privados. El manejo forestal comunitario en México es ejemplo a seguir a nivel mundial.”
Ante las limitaciones de las soluciones privatizadoras y estatales no resulta sorprendente que algunos de los cambios contemporáneos más importantes y prometedores en el manejo ambiental estén ocurriendo a nivel sub-nacional y se relacionen con esfuerzos de incorporar de mejor manera las unidades administrativas locales y los grupos sociales. Un gran número de investigaciones han enfatizado la capacidad de las comunidades y de otras formaciones sociales de pequeña escala de manejar sus recursos correctamente, proveyendo las bases intelectuales para un tránsito hacia la co-gestión de los recursos naturales (entre el Estado y los grupos sociales), estrategias comunitarias de manejo de recursos, y la descentralización de la política ambiental. Ha quedado demostrado que el buen manejo de los recursos naturales no se limita a actores estatales y privados. En México se ha manifestado el potencial de estas alternativas. El manejo forestal comunitario (MFC) en este país ha sido un ejemplo a seguir a nivel mundial y ha producido evidencia suficiente para sostener que las comunidades y ejidos logran manejar sus bosques de forma sustentable.
De acuerdo con un informe conjunto de la UNAM, el CIDE, el IPN y la Universidad Internacional de Florida intitulado “Nueva evidencia: los bosques comunitarios de México”, para 2002 había en México más de 2300 núcleos agrarios (1901 ejidos y 433 comunidades) con permisos de aprovechamiento de madera, es decir casi 15% del total de núcleos agrarios. Si bien sólo una décima parte de las comunidades y ejidos con permisos cuentan con capacidad de aserrío y otro tipo de procesamiento industrial, es relevante el hecho de que 163 dispongan de ese equipamiento. En ningún otro país del mundo tantas comunidades cuentan con esa capacidad, lo que demuestra que en contextos propicios las comunidades pueden alcanzar altos niveles de organización empresarial.
En el informe se anota que los bosques comunitarios tienen tasas de deforestación similares o más bajas y una mayor recuperación de bosque que las Áreas Naturales Protegidas (ANPs). Además, los bosques comunitarios generan mayores beneficios socioeconómicos para la población local, particularmente cuando se tiene capacidad de transformar y procesar la madera, y plantean una menor inversión pública que las ANPs. A su vez, los mayores ingresos para las comunidades pueden prevenir la violencia que es muy común en los conflictos por el control de los recursos boscosos. Es importante resaltar que el éxito del manejo forestal comunitario ha sido facilitado en muchos casos por apoyos gubernamentales a través de programas como Procymaf (Programa Comunitario y de Manejo Forestal) y Coinbio (Conservación de la Biodiversidad por Comunidades Indígenas), sin embargo la gran mayoría de los ejidos forestales aún no han sido beneficiados por tales programas, lo que llama a una mayor participación y atención gubernamental.
Por otro lado, México ha mostrado importantes avances en la certificación del manejo forestal, especialmente en los bosques comunitarios. De acuerdo con el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS), en el año 2007 alrededor de 772,166 hectáreas se reportaron como certificadas, es decir 13% de la superficie forestal bajo aprovechamiento, y de éstas el 94% pertenece a comunidades y ejidos. De hecho, México es el país que cuenta con la mayor extensión de bosques comunitarios certificados: casi la mitad de las comunidades y bosques comunitarios certificados a nivel mundial se localizan aquí. Sin embargo, esto no siempre ha traído mayores oportunidades para las comunidades ya que representa un costo adicional. Es importante que los programas de gobierno apoyen a los productores para que alcancen los estándares de certificación, pero no debe considerarse a la certificación como un fin en sí mismo sino como un medio para lograr un manejo forestal sustentable.
Ha llegado la hora de que las comunidades sean concebidas como actores fundamentales en el manejo sustentable de los bosques. La creación de áreas protegidas puede ser un camino adecuado en aquellos espacios que no están habitados, pero en territorios habitados resulta contraproducente para la protección de los bosques y dañino para los grupos sociales. En México y en muchos otros países la situación más generalizada es la de bosques habitados y aprovechados por grupos sociales (aunque no siempre sean dueños de los bosques), por lo que el manejo forestal comunitario debe comenzar a ser una prioridad en las estrategias para detener la deforestación.
Manejo Forestal Comunitario
El manejo forestal comunitario (MFC) incluye una variedad de situaciones en las cuales un grupo de personas maneja y aprovecha de forma colectiva un área boscosa. Se diferencia del aprovechamiento forestal en tierras privadas ya que las decisiones de manejo forestal y los beneficios son compartidos por una comunidad. También se distingue de la silvicultura en tierras públicas ya que aunque sean decisiones colectivas conciernen principalmente a la comunidad. Idealmente, el MFC debe proveer un sustento suficiente para la comunidad en el presente pero también para las generaciones futuras, siguiendo así el precepto de la sustentabilidad.
Este artículo fue publicado originalmente en Reconecta 02 (primavera 09).