Desde el 20 de agosto pasado se han importado 906 toneladas de huevo de Estados Unidos y en los próximos días estarán llegando más de Chile y Costa Rica, anunció el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica).
Estas medidas pretenden aumentar la oferta de huevo en el país.
Se repusieron 4.5 millones de gallinas ponedoras de los 11 millones que fueron sacrificadas por el brote de influenza aviar H7N3, con lo que se espera que se produzcan 2 mil 260 toneldas diarias adicionales.
Estiman que cada mes se logre reponer ese número de aves y para fines de noviembre se restablezca la producción anterior al brote, que era de 1 millón 194 mil toneladas y que representa la mitad del huevo que se comercializa a escala nacional.
La aplicación de vacunas continúa y en la segunda etapa se han colocado 33.7 millones de vacunas que sumadas con la primera dan un total de 122 millones de dosis.
La alimentación parece cosa de ciencia ficción: Comemos animales con vidas miserables y muertes cruentas. Los animales enferman por el hacinamiento en el que viven. Los matamos para que no propaguen la enfermedad. Desarrollamos una vacuna y la aplicamos a otros millones de animales que se harán resistentes a los virus. Continuamos matando animales y llamamos a eso nutrición. Y así sucesivamente…
Si tuviéramos un poco de criterio sobre lo que nos llevamos a la boca, entenderíamos que los sistemas de producción son un siniestro tejido entre criadores y farmacéuticas. Negocio redondo el de producir vacunas y hormonas para miles de millones de animales, engordarlos, enfermarlos y curarlos. Mientras tanto, los omnívoros consumen estos “productos” sin reparar en los daños a su salud, al ambiente y a los animales no humanos.
En las notas periodísticas los animales son siempre “unidades”. Si se exterminaran 11 millones de seres humanos, sería peor que el holocausto nazi. Sin embargo, nuestro especismo minimiza las cifras de esas vidas y destaca las relacionadas con dinero.
Ya mataron 11 millones de aves, ahora las van a reponer, como si se tratara de objetos. Nos cuesta tanto entender que cada vida es única e irrepetible, que cada una de esas gallinas tiene capacidad de sentir placer y dolor, que se da cuenta de su entorno, que tiene relaciones sociales y necesidad de desarrollarse en un habitat adecuado. Pasamos por encima todo eso por el mero placer de comernos un omelette o una torta de huevo revuelto.
Somos egoístas, manipulables y acríticos. Nos instalamos en la comodidad de la ignorancia y los hábitos para permitir todo tipo de crueldades. No nos damos cuenta que con ello afectamos nuestra salud, la del planeta y desoimos nuestra propia sensibilidad.
Ojalá el huevo costara el triple, ojalá fuera artículo de lujo y dejáramos de ser el país número uno en consumirlo. Pero lo que más deseo es que entendamos de una vez por todas, que los animales no son comida, ni máquinas productoras de satisfactores, sino seres con el mismo derecho a una vida digna que nosotros. ¿Es tan difícil?
FOTO Cortesía USAID